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HOPE FOR FUKUSHIMA

La prefectura de Fukushima siempre ha sido conocida por sus humildes comunidades de trabajadores. Gente del pueblo, granjeros y pescadores que tranquilamente siguen su vida cotidiana, unidos por años de tradición y convivencia.

 

El 11 de marzo de 2011, esta comunidad fue golpeada con fuerza varias veces: primero, por uno de los terremotos más grandes jamás registrados, luego un poderoso tsunami, cuyas inundaciones causaron un terrible accidente nuclear y contaminación tóxica por radiación. A los que sobrevivieron a estos traumas se les ordenó inmediatamente evacuar la zona.


Muchas personas perdieron sus hogares, familiares y amigos. El mundo vio horrorosas escenas de como se borraban comunidades enteras. Atrás quedó una vida cotidiana en la que las personas nacen, crecen, forman familias y envejecen lado a lado. Atrás quedaron las visitas a las tiendas para comprar y charlar, el trabajo en los arrozales, los largos días de escuela y las expediciones de pesca para traer las capturas del día.

 

Todo lo que les fue arrebatado por una combinación del poder de la Madre Naturaleza y de la mano del hombre.

 

Durante mi visita, entre todas las imágenes de desolación y abandono de Fukushima, me sorprendió su belleza, tanto en sus paisajes como en su gente. Una y otra vez escuché historias de pérdidas trágicas, pero siempre, escondidas en las historias había una chispa de vida y de resistencia, como las brasas de un fuego que insiste en seguir ardiendo.

 

Estas personas con su determinación y fortaleza, su amor por su tierra y su fuerza de voluntad son para mí una inspiración y deberían servir como modelos a seguir.

 

Para mí son la verdadera esperanza para Fukushima.

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